Capítulo I

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La vida tranquila es mejor que una bolsa llena de oro.

Un café parisino, una tarde desapacible de invierno. Dos amigos: Jimi y Jazmín, se reencuentran tras mucho tiempo sin verse. A pesar de los años trascurridos desde su último encuentro, mantienen desde el primer momento una conversación fluida, llena de confianza, recordando vivencias compartidas, conocidos en común, lugares en los que han estado. Se reconocen como personas con un carácter parecido, con similar forma de enfrentarse a la vida, llenos de fuerza y voluntad, sin dejarse arrostrar por los acontecimientos y las adversidades que puedan encontrarse.

Se acomodan en un local que parece especialmente diseñado para fomentar las confidencias, piden unas bebidas y no tardan en conseguir un clima de bienestar que se refleja en sus palabras. Hablan de lo que tienen en común y de lo que les separa, de su manera de entender el amor, el matrimonio, la lealtad, la justicia. Conversaciones que en cualquier otro lugar, entre otros interlocutores, podrían parecer forzadas, con un alto grado de impostación, y que sin embargo entre ellos surgen con naturalidad, demostrando que no hay temas vedados cuando se enfrentan a ellos personas inteligentes, que no se avergüenzan de exponer sus sentimientos y sus puntos de vista, aunque ello les supongan miradas de incomprensión o incluso de reprobación.