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Hacia dónde va el turismo 2020

Hacia dónde va el turismo 2020

El futuro de la industria de los viajes parece a veces el guión de una película de ciencia ficción. El efectismo, la inteligencia artificial y robots se superpone a la voz de los que realmente decidirán qué tendencias perviven y cuáles se quedan por el camino…

Vislumbrar la evolución del turismo es uno de los grandes retos del sector. Las proyecciones sobre el crecimiento de turistas y sobre la evolución de los hábitos del viajero son una práctica generalizada a lo largo de la historia del turismo y más cuando comienza la cuanta atrás hacia un nuevo año. Con más o menos éxito, desde diferentes niveles empresariales y públicos se ha intentado predecir el escenario futuro del sector como vía para mantener la confianza y justificar la importancia y el peso que el turismo tiene en casi todas las grandes economías.

En los últimos años este tipo de predicciones de evolución del escenario turístico casi se han convertido en ejercicios de “aproximación y tanteo”, pues de sobra es sabido que el escenario internacional ha experimentado un giro radical durante los últimos diez años a todos los niveles, tanto social, económico, medioambiental y político, que ha dificultado y puesto en entre dicho las cifras de evolución del sector.

Nos movemos en un escenario tan volátil. Un entorno complicado al que hay que sumar el constante cambio de los hábitos del viajero más experimentado, más informado, con más oferta, más canales para acceder a la oferta, más posibilidades de reforzar la fase previa y de decisión del destino…

El caso es que, a pesar de todo ello, el turismo mantiene unas perspectivas de crecimiento muy positivas en el horizonte futuro, ya fijado en el año 2020. Practicar turismo va a seguir siendo una de las principales actividades entre la población mundial, una de las prioridades entre las sociedades consolidadas y en vías de desarrollo.

Entre los años 2000 y 2020, en todo el mundo, las cifras son que viajarán por motivos de turismo más personas de las que lo han hecho en toda la segunda mitad del siglo XX. En 1950, unos 20 millones de personas viajaron fuera de sus países por razones de turismo. En 2000, la cifra se había multiplicado por 35, alcanzando los 700 millones de turistas internacionales. En 2020, el número de turistas alcanzará, según la OMT, los 1.600 millones. El gasto asociado sería equivalente al PIB español. El turismo doméstico alcanza cifras similares en todo el mundo. Es decir, hoy, el equivalente a la tercera parte de la humanidad realiza estancias turísticas dentro o fuera de sus países.

El turismo es una industria en alza caracterizada por el desplazamiento de personas a largas o muy largas distancias y el suministro de servicios de todo tipo a los turistas. La industria es enormemente competitiva, abierta a un ciclo global en el que la calidad del servicio y el precio son determinantes del éxito de un destino cualquiera, pero también la emergencia de nuevos destinos con ofertas innovadoras o la ocurrencia de avatares geopolíticos.

España viene rompiendo sus propios récords turísticos año a año, a pesar de la crisis financiera global del pasado. El turismo español es el más competitivo de todos los sectores de nuestra economía y, dentro del sector, uno de los más competitivos del mundo. En las últimas décadas ha mantenido un lugar preeminente en los rankings mundiales de recepción de turistas e ingresos por turismo, compitiendo solo con Francia, los EE UU y, últimamente, con China.

En este contexto, me atrevo a afirmar que todo pinta muy bien para el turismo español. Pero no es oro todo lo que reluce. Nuestro turismo afronta riesgos, tanto externos e internos, aunque también tiene oportunidades por delante. Por una lado, es bien sabido que el turismo español se centra en el sol y playa. Lejos de sumarme a la corriente que entona esta expresión de manera peyorativa, creo que hay que admitir que esta es la espina dorsal de nuestro turismo y debe ser reforzada con una oferta de mayor calidad de servicio y paisajística, descementando las playas en la medida de lo posible y avanzando decisivamente en la sostenibilidad medioambiental.

Por otro lado, la tecnología es hoy en día la principal fuerza transformadora que está redefiniendo el funcionamiento de muchos sectores de actividad. Su influencia en el sector turístico ha sido tan grande que ha cambiado los procesos y los modelos de negocio. Los productos y servicios turísticos tienen que adaptarse a un consumidor internacional cada vez más informado y exigente, con gran capacidad de influencia y que vive a golpe de clic (demandando productos en el entorno digital). Pues se estima que en 2020 habrá 7.000 millones de personas y negocios que estarán conectados a Internet, a través de 30.000 millones de dispositivos. Esto nos indica que nuestra vida y nuestro trabajo, están intrínsecamente ligados a la tecnología. Por lo que, los dispositivos móviles han sido el elemento que más ha transformado el turismo en los últimos años. Ya no importa el status social de una persona. La tecnología se ha democratizado y hoy casi todo el mundo tiene un Smartphone, que le conecta de forma virtual y permanente, con el resto del planeta.

Los consumidores ahora demandan tener una comunicación bidireccional con los proveedores, poder personalizar su experiencia y poder contratar y pagar productos y servicios directamente desde su móvil. Las compras a través de móviles no van a dejar de crecer y dentro de poco veremos como los móviles serán un medio de pago normal en hoteles, taxis, tours, restaurantes o al practicar actividades de ocio y entretenimiento durante el viaje.

La transformación digital que sufre nuestra sociedad hace que los destinos y las empresas turísticas tengamos que prepararnos para operar en un entrono completamente digital y adaptarnos a cambios tecnológicos disruptivos.

Las nuevas tecnologías están cambiando la sociedad, la cultura, la economía y el entretenimiento. Hay un cambio de paradigma y de ciclo, que exige un proceso constante de aprendizaje y de innovación. Tenemos que estar constantemente repensando nuestra empresa y cuestionando lo que hacemos, para poder innovar y mejorar, aportando más valor a nuestros clientes.

Y luego está, un tema al que le he dedicado varias entradas en mi blog: Blockchain, la tecnología más revolucionaria de las últimas décadas.

El Blockchain es un entorno tecnológico que genera una red entre particulares (P2P del inglés person to person), con un alto nivel de encriptación, que almacena información al estilo de una base de datos. Entre sus ventajas están que elimina intermediarios y reduce costes en las operaciones y transacciones. Ya no tiene que haber una entidad financiera que garantice una operación económica. La confianza se generar en su propio sistema de cadena de bloques, donde los propios miembros son los que dan garantía a las operaciones.

Hay gente que dice que transformara completamente nuestra sociedad, pasando a una era del “Internet de valor”. Es aún complicado de explicar, porque todavía está en desarrollo… pero en un futuro próximo será parte de nuestras formas de pago. Vamos hacia una sociedad sin dinero en efectivo. Los pagos de tarjetas por contacto, directamente desde el móvil o a través de nuestras características biofísicas, dejaran de ser la excepción y se volverán la norma.

Los consumidores del futuro buscarán métodos de pago que permitan no tener que aportar mucha información personal sensible. Algunas opciones serán la tokenizacion (con criptomonedas como el bitcoin) o la identificación biométrica, como hacen Apple Pay y Google.

Ya se habla de que el reconocimiento facial como método de identificación podría hacer que en unos años no necesitáramos pasaporte para viajar en 4 años.

La cuarta revolución industrial es descrita como la aplicación de la digitalización a la industria y el comercio. El elemento fundamental será una mayor automatización de tareas y la utilización de robots mucho más inteligentes, que desarrollarán varias tareas al mismo tiempo y que irán aprendiendo según interactúan con los humanos.

El uso de robots en fábricas y empresas de producción tendrá un gran efecto en la estructura laborar al generar una gran destrucción de puestos de trabajo. Las personas con el tiempo serán remplazadas por robots (mucho más eficaces) a no ser que aporten un valor añadido.

Pero lo que realmente va a transformar todo es la inteligencia artificial, ya que va a cambiar la forma en la que interactuamos con la tecnología. Este va a ser un cambio radical en nuestras sociedades y va a ayudar a mejorar la calidad de vida.